Cuando el sol se pone viaja por debajo de la tierra convirtiéndose en el Señor de la Noche. En el "otro lado del mundo" el sol nocturno pasa cerca de la tierra habitada por los seres de la oscuridad. En el dibujo del universo hecho por las tejedoras maya el camino del sol, de un lado al otro del cielo, es representado por una ligera línea amarilla que conecta dos pequeños rombos -el este y el oeste- con un gran rombo central. Este rombo central tiene rizos a cada lado figurando alas y se llama pepen (mariposa), símbolo del sol de día. La mariposa es utilizada como metáfora del tránsito solar porque ella también se convierte en habitante del inframundo cuando el día cambia a la noche. En los Altos de Chiapas las mariposas y los murciélagos -moradores de las grutas que son consideradas puertas hacia el otro lado del mundo- se alimentan de las mismas flores. En la tenue luz del atardecer uno puede descubrir a una mariposa aleteando entre los arbustos del jardín, a lo largo de las milpas o en los zapotales, así como sorprender a un murciélago volando por el sitio.
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Oxyoket ©DLeynaud |
Oxyoket en maya tsotsil significa "tres piedras" y es el topónimo del volcán conocido también con el apelativo nahuatl de Huitepec. El fértil y húmedo valle que se extiende a sus pies estuvo originalmente poblado por grupos nativos que al llegar los conquistadores se desplazaron hacia la zona boscosa del altiplano en busca de refugio. Esto ocurrió en 1524 cuando se intentó someter a los señoríos mayas de la región; vencedores en primera instancia los españoles y sus aliados indígenas prefirieron sin embargo no arriesgarse a incursionar en las tierras altas. Recién en 1526 y a partir de la entrega de títulos de encomienda se encaminaron hacia las montañas con la intención de obligar a los colectivos bats’i viniketik* allí asentados a pagar tributo en forma de alimentos y textiles. A la sazón, la población nativa que permaneció en el valle había comenzado a sufrir hambrunas y desnutrición debido al abandono de las milpas y la consiguiente falta de alimentos, a lo que se le sumó el contagio de enfermedades frente a las cuales no poseían inmunidad biológica, como la viruela y la tos convulsa. En 1528 un nuevo contingente de europeos al mando de Diego de Mazariegos inició la ocupación definitiva del valle de Jovel. Mazariegos fundó un asentamiento que se llamó "Villa Real" (luego Ciudad Real) en un sector del valle rodeado de aguadas. Una de sus primeras medidas fue establecer la “reducción de pueblos", concentrando a las comunidades indígenas en poblaciones compactas que pagaban tributo a los españoles mediante el trabajo repartido en el obraje urbano y las encomiendas. Esto significó para ellos el fin de la propiedad de sus tierras ancestrales, las que debieron abandonar para instalarse en conglomerados aledaños a la ciudad, quedando libres enormes extensiones en el interior para su reparto entre los europeos. En 1544 el dominico fray Bartolomé de Las Casas es nombrado primer obispo de la provincia virreinal de San Vicente de Chiapa y Guatemala, instalándose en Ciudad Real. Allí ejerció desde su llegada una aguerrida defensa de los naturales ante los abusos a los que eran sometidos, lo que le valió enfrentar acalorados y no pocos pleitos con los encomenderos.
En la representación del cosmos indígena "Oxyoket" simboliza las "tres piedras del hogar", aquellas que sostienen el comal celestial sobre el fuego primigenio, en el centro del mundo.
La historia del universo maya se cuenta a través de los mitos y habla de la aparición de varios soles primitivos que, al igual que los hombres, eran creaciones incompletas que fueron sucediéndose hasta alcanzar una forma última, que es la que representan en el tiempo actual. En las antiguas historias Quichés narradas en el Popol Vuh se describe a esos seres anteriores que vivieron en una era en la que no se había alcanzado aún el orden cósmico y fueron reemplazados, luego de pasar por varias pruebas en el inframundo, por el Sol y la Luna de la edad última: Hunahpú, "Uno Cazador", el Sol diurno e Ixbalanqué, "Sol Jaguar", el Sol nocturno o la Luna.
Las cosas de la noche
El cerro es un lugar de lo nocturno, tal como lo describe Manuel, indígena de Chenalhó -una localidad de los Altos de Chiapas- en sus conversaciones con la antropóloga Calixta Guiteras Holmes, que fueron publicadas en el libro "Los Peligros del Alma: visión del mundo de un Tsotsil ". Manuel describe el cerro en el espacio del mundo pre-solar, es decir antes de que la luz y el trabajo del hombre lo transforme en milpa y domestique parte de su naturaleza. El cerro, vestigio viviente y poderoso de un mundo arcaico, si bien es proveedor de mantenimientos vitales conserva espacios ominosos y oscuros, opone barreras a la luz del sol mediante el grosor de sus árboles o la profundidad de sus grutas. Manuel lo expresa claramente: "En la montaña, en el monte, está muy oscuro, hay culebras, hay xab (sumideros), hay cuevas, hay xpakinte’ (una mujer peligrosa que hace extraviar o enfermar a los viajeros demasiado audaces), hay ‘ik’al (negrura) y nos espantamos, es un gran peligro...". Segmentos de la noche permanecen en el día y todo lo que se presenta de manera imperfecta a la mirada del divino sol y sus rayos constituye un lugar peligroso, recorrido por criaturas nocturnas a las que la oscuridad da refugio aún durante el día. El Sol no puede dirigir su luminosidad a los lugares más profundos, por lo tanto el simple hecho de penetrar en la densa oscuridad constituye un peligro que Manuel menciona de manera profusa a Calixta.
*Nativos de la tierra, en tsotsil "hombres verdaderos"
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