domingo, 7 de diciembre de 2008

El grano madre


Como mencionamos en la nota referida a la cultura de Ansilta, el cultivo de la quinua, planta cuya semilla posee minerales y aminoácidos muy beneficiosos para la alimentación humana, se encontró ampliamente difundido en la región andina. Junto con la kiwicha (amaranto), los tubérculos (olluco, mashua, papa), las habas y el maíz, la quinua fue uno de los pilares de la nutrición para numerosos pueblos desde Colombia en el norte hasta la Argentina y Chile en el sur.


Panoja de quinua morada


Los Incas decían que la quinua era "el grano de oro" o "grano madre" y así, como la mayoría de los alimentos que consumían, era considerada una planta sagrada. La quinua (de nombre botánico chenopodium quinua) se cultiva desde hace más de nueve mil años en el arco montañoso que se extiende desde la sabana de Bogotá, en Colombia, hasta el norte de Chile y el noroeste de la Argentina. Crece en zonas semiáridas a mas de tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, por lo tanto fue apreciada por todos los grupos humanos dedicados a la agricultura en ambientes cuyas características son la dureza extrema del terreno y el frío. A partir de la llegada de los conquistadores españoles la cosa cambió, en parte por el desconocimiento de las propiedades alimenticias del grano que hizo que no se le prestara suficiente atención. Probablemente también influyó el hecho de que su preparación para el consumo no es sencilla debido a que una vez cosechada la semilla es necesario someterla a un meticuloso proceso de "lavado" a raíz de la gran cantidad de saponina que la recubre, una sustancia que la protege de las heladas y las bajas temperaturas habituales en el altiplano andino, pero que es indispensable retirar antes de su preparación para el consumo. Por otra parte la introducción de trigo y otros productos traídos por los colonos ocupó espacio en la alimentación de los nativos, y como resultado de ello el grano de oro fue paulatinamente desplazado de las dietas. Es oportuno aclarar que hay un profundo malentendido basado en la creencia de que su cultivo fue prohibido, como algunos aducen sin existir fuente que acredite tal cosa. Lo que sí ocurrió es que la demanda de quinua se vio relegada del incipiente mercado virreinal, pero se siguió cultivando en muchas comunidades de los andes y siempre estuvo presente en la cocina regional. Similar actitud de desinterés tuvieron los europeos frente a la kiwicha (amaranto), otra importante planta, que crece de manera silvestre y abundante en el entorno de los terrenos de labranza y que se consumía como semilla o harina en época prehispánica, tanto en los andes como en mesoamérica -en ésta última se la mezclaba con maíz nixtamalizado para preparar los tamales y las tortillas-. Al igual que la quinua la kiwicha, alegría o huautli (“dador de vida” en lengua nahuatl) posee vitaminas y aminoácidos vitales para el desarrollo humano, siendo su grano sin embargo despreciado por desconocimiento, e incluso por temor, ya que formaba parte de ritos considerados paganos que se pretendió erradicar, como los realizados por los pueblos del Anahuac (cuenca de México), que confeccionaban, con una pasta conocida con el nombre es tzoalli hecha de amaranto tostado mezclado con maíz y miel negra de maguey, ídolos que representaban el cuerpo divino de sus deidades, a los que reverenciaban y posteriormente comían, según se narra en las crónicas regados con sangre de los sacrificios, en un ritual llamado Teocualo (literalmente "Dios es comido"), algo que a ojos vista de los españoles resultaba no menos que intolerable. El profundo cambio cultural producto de la conquista y posterior evangelización de los pueblos indígenas, sumado al rechazo de un grano al que se consideraba "bledo" (insignificante), hizo que la quinua y el amaranto fueran desplazados de las dietas, introduciendo en su lugar cereales no tan nutritivos.


En búsqueda de los granos perdidos

La quinua es una planta anual de hojas anchas perteneciente a la familia de las quenopodiáceas, a la que también pertenecen la remolacha (betabel), las espinacas y las acelgas. Además de las semillas también se aprovechan las hojas. La semilla es pequeña y su tamaño, forma y color se parece al cruce de una semilla de ajonjolí (sésamo) con una de mijo. Tiene forma de disco plano con una banda ecuatorial alrededor de su periferia. Es de color amarillo pero algunas especies varían del casi blanco al rosa, anaranjado, rojo, púrpura, gris y negro. Existen más de 300 variedades de quinua. Las semillas se encuentran en racimos grandes, o panojas, al final del tallo. La variedad más popular es la blanca. A la quinua negra, que es la más difícil de encontrar, se la llama "quinua reina" y es la más rica en aminoácidos de todas las variedades. Los peruanos de ciertas comunidades de los Andes obsequian quinua negra a los familiares de los difuntos como una ofrenda que les permitirá ganar fuerzas para sobrellevar el duelo. Algunos tipos de granos de trigo podrían acercarse a la calidad de proteínas que aporta la quinua, pero cereales tales como el maíz, la cebada o el arroz generalmente tienen menos de la mitad de su valor nutricional. La quinua es además excepcionalmente alta en contenido de lisina, un aminoácido no muy abundante en el reino vegetal que tiene funciones clave en el crecimiento y desarrollo de las células del cerebro.

Para su cultivo se necesitan condiciones específicas pues se desarrolla principalmente a una altitud superior a los 3.000 metros. Al crecer a una altura tan elevada la planta no necesita de plaguicidas ni conservantes, por lo tanto puede decirse que es cien por ciento orgánica. El resurgimiento de este importante alimento, relegado durante tanto tiempo por causas culturales, debería sin lugar a dudas ayudar a mejorar la nutrición en muchas zonas desfavorecidas del planeta y a poner en valor la agricultura regional. Es un gran desafío. 

Marina Martelli/Darig Leynaud 
Greensboro NC
     

viernes, 28 de noviembre de 2008

Cultura de Ansilta














La cultura de Ansilta data su comienzo hacia el año 1.800 AC y se prolonga por un período no inferior a los 2.000 años. Tuvo su epicentro en la región de microclimas de altura situada al sudoeste de la provincia argentina de San Juan, mas específicamente en la zona del actual departamento de Calingasta, ocupando el valle y los contrafuertes de la imponente cadena montañosa de Ansilta. 

A unos 70 km. del actual poblado de Barreal se encontraron recientemente una serie de grutas que otrora fueron habitadas por individuos pertenecientes a este grupo cultural. A partir de los restos arqueológicos hallados se comprobó la teoría de que dicha cultura fue la primera en introducir la agricultura en la región, actividad que se veía favorecida por la abundancia de arroyos y su clima húmedo.  El hallazgo ratifica además que los pobladores fueron inicialmente nómades provenientes del área del pacífico, en el actual Perú, y que ingresaron a la zona atravesando el árido y seco norte de Chile y las cañadas y parteaguas de la cordillera de Andes, cuyos picos en la región alcanzan normalmente los 6.000 mts de altura.
 
De esta serie de hallazgos, la gruta más grande se encuentra ubicada a una altura de 2998 mts. sobre el nivel del mar, próxima al arroyo Ureta, que conjuntamente con el Uretilla conforma un microambiente propicio para la labranza y la agricultura. Existen en la zona otras cuevas que están siendo estudiadas y donde, según los informes mas recientes, se han hallado abundantes puntas de flecha y restos de piedras en forma de mortero. El techo interior de casi todas las formaciones se encuentra impregnado de tizne, lo que da a entender que las mismas eran utilizadas como cocinas para la comunidad. Extramuros los habitantes habían desarrollado una interesante técnica constructiva de chozas cónicas, unas veces subterraneas y otras veces construidas sobre plataformas, de acuerdo a la necesidad y para protegerlas del fuerte viento de la región y de los aluviones de piedra y barro en temporada de lluvia y deshielo.
  
El período de desarrollo de la cultura de Ansilta es el más extenso que se conoce en la historia de los pueblos precolombinos. Es de notar la ausencia de la papa, un rasgo cultural notoriamente altiplánico, entre sus cultivos. Su más antigua cronología se situa con un poco de anterioridad a la de las culturas de Chiripa y Tiawanaco (Bolivia). Si bien su sociedad no alcanzó un desarrollo demográfico alto vivían en grupos familiares muy bien organizados y se dedicaban a la caza, la recolección de huevos y frutos de algarroba y chañar, la explotación de la ganaderia de la llama y  a la siembra de maíz, quinua, zapallo y porotos. La grasa de los animales y las abundantes hierbas de los campos eran también elementos útiles para su subsistencia.
 
La estatura en promedio de un individuo adulto casi nunca superaba el metro sesenta y eran de piel oscura. Sus rasgos de belleza física eran importantes (bajo el patrón occidental de la misma), su cabello era lacio y por lo general lo llevaban corto o peinado hacia atrás. Sus ojos eran pequeños. Las armas más usadas en la caza eran el lanzadardos (o estólica), los cuchillos de obsidiana y los puñales de hueso. también confeccionaban utensilios y herramientas de madera. La materia prima con la que confeccionaban su indumentaria era la lana, las plumas y las fibras vegetales. Muchas de sus manifestaciones estético/religiosas se manifiestan a través de las pinturas rupestres halladas, las que se realizaban con tierras de colores y resinas vegetales. También representaban en sus esculturas figuras de animales de la región (sapos, lagartos, caracoles, ñandúes y ocelotes). Se han encontrado pipas e inhaladores que probablemente utilizaban en rituales chamánicos para consumir sustancias psicoactivas como el cebil. Enterraban a sus muertos en fardos funerarios en el interior de grutas y ataviados con mantas tejidas, en el caso de algunos varones estos eran adornados con gorros cónicos artísticamente decorados y de cuidada elaboración, atribuibles a personas importantes o a jefes. También es llamativo el hallazgo de flores en los entierros, lo que hace suponer que, además de como adornos, estás ofrendas eran dejadas como comestible o con alguna otra finalidad ligada al culto. No utilizaban técnicas de momificación, pero las condiciones climáticas y el PH de los suelos permitieron la conservación de muchos de los restos, la mayoría de ellos fechados en la brecha existente entre los años 450 AC y 580 DC. En el último período de su desarrollo la cultura Ansilta dejó reflejada en su alfarería notorias influencias de las culturas de La Aguada y de San Pedro de Atacama.

Darig Leynaud

Fuente: "La cultura de Ansilta" de M. Gambier. Universidad Nacional de San Juan. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Facultad de Filosofía Humanidades y Artes. Museo de Laja, San Juan, Argentina. 
  

jueves, 27 de noviembre de 2008

Barreal


En la provincia Argentina de San Juan, en plena precordillera y con los majestuosos Andes como silenciosos centinelas se encuentra un paraje llamado "El Barreal". El sitio tiene como denominador superlativo no solo la belleza natural de sus paisajes nevados y su límpido cielo sino también la apropiación de, a mi entender, los tres bienes más preciados de la naturaleza: el agua pura, la tierra fértil, y el silencio. Por que menciono esto último y no emparento al fluido elemento y a la madre tierra con el sol majestuoso de la región, cuya energía todo lo propicia, o con los densos bosques..?: simplemente porque es a partir del silencio de nuestro valle que podemos los hombres inspeccionar lo profundo de nuestra personalidad, evocar y desterrar temores, síntomas y limitaciones que nos sujetan y nos impiden ser más libres, más livianos. Es necesario recrear el valle interior, a semejanza de la naturaleza, para desde allí captar una constelación emocional nítida con la cual poder expresarnos a través de las artes y de las palabras que surgirán, entonces sí, como un gran sol desflorando las tinieblas.

Las Artes : alfarería, pintura, telar, madera, estambre, papel, resinas, plantas, metales, música y literatura serán nuestro medio de comunicación y hablarán de nuestra identidad, de nuestra estirpe.
 
Este "barreal" pretende, simplemente, ser un rincón del cual desenterrar las páginas de una bitácora que comienza con el barro como elemento madre y donde se refleja nuestro cosmos. Partamos a la búsqueda de nuestra identidad desde el silencio de la tierra. 
Están todos invitados a compartir un espacio que tiene por premisa acercar y exponer la creatividad y el arte de los pueblos y culturas de las américas. 

DL